#historiasviajeras
La magia de San José
MARIU SÁNCHEZ | Paco sabe, Paco cuenta, Paco tiene la pasión de los guerreros jaguar. Porque eso es él. Porque eso ha visto. Y también vivido en sus tantas ocasiones de reconexión con lo que era, es, será. Paco comparte con pasión y fuerza. Comparte todo lo que tiene, todo lo que sabe, todo lo que le enseñó su abuelita de la que habla con el mimo de las cosas frágiles que se deben cuidar. Y él cuida. Sus tradiciones. Su pequeña libreta que él me mostró, y en la que ella le apuntó todos los usos de las plantas medicina. Su sabiduría, esa que le enseñó ella, su abuelita, la “mágica”, como él mismo la denomina.
En 1994 Paco llevó el primer temazcal a San José del Pacífico, pequeño pueblo de la sierra oaxaqueña famoso hoy en día por sus hongos, por sus puestas de sol entre montañas y también por sus temazcales, aunque no todos sean “auténticos” como descubrí en esta semana cargadita de lecciones ancestrales y un mix de sensaciones imposibles de olvidar.
Y yo, llegué a San José por una de esas sincronías mágicas que dirigen tu camino si las sabes escuchar.
Mi idea inicial era quedarme un par de días aquí y continuar ruta hacia la costa del Pacífico de la que tanto y tan bueno había oído. Pero mis planes iniciales se vinieron abajo nada más llegar. San José tiene una energía que atrapa si la sabes sentir, escuchar, vivir. Y aquí sigo después de siete días, “atrapada” con gusto en el pequeño pueblo que te da todo, y te re-conecta si te dejas con tu “yo” más esencial.
En la ciudad de Oaxaca la causalidad hizo que alguien me hablase de Paco, como el más auténtico de los temazcaleros en San José. Y nada más llegar, alguien más volvió a hablarme de él. Y también de su casa, perdida y escondida, literalmente, del mundo exterior. Pero se hizo de noche en aquel primer día y decidí ir a buscarlo el día siguiente. ¡Primer gran error! A Paco no se le busca, Paco te encuentra si te tiene que encontrar. ¡Y así fue!, un paseo por el pueblo y una mirada distraída a un cartel de una tienda ya cerrada, mientras esperaba a Timur, mi hermanito viajero de ruta en aquellos primeros días oaxaqueños, hizo que me encontrase cara a cara, literalmente, con Paco, el más buscado y menos encontrado de los habitantes del lugar.
Y supe que era él al primer cruce de miradas, sin haberlo visto antes ni en foto ni en pintura. Y le pregunté. Y me explicó. Y por estas cosas que pasan cuando y porque tienen que pasar, concretamos un temazcal para la mañana siguiente. Un argentino deseoso de asistir y algún otro hermanito álmico, junto con nosotros dos, fueron los “culpables” de que todo fluyese como tenía que fluir. Y de que al día siguiente viviésemos todos juntos una de las mejores experiencias de mis días mexicanos.
Temazcal significa "casa de las piedras calientes"; en lengua náhuatl Tetl=piedra, Mazitli=caliente; Calli=casa.
El temazcal es algo así como regresar al útero materno. Dentro del temazcal, que simula el vientre de la Madre Tierra, el vapor producido a través de las piedras previamente calentadas y al rojo vivo nos hace sudar y sacar toxinas de nuestro cuerpo. Pero la limpieza no es solamente física, es también emocional y espiritual. En el temazcal se cantan canciones sagradas al ritmo del tambor que acompañan el camino del guerrero que muere y renacerá una vez purificado del “vientre de la Madre Tierra”.
Los temazcales de Paco son especiales, porque pone todo, todo lo que sabe, todo lo que es, todo lo que ama y todo su corazón, exactamente igual que le enseñó su abuelita, y a ella la suya, y así seguramente hasta el principio de los tiempos. Porque los temazcales de Paco se alejan en todo de lo comercial y se acercan como ninguno a lo más auténtico.
Vivir un temazcal con Paco es vivir “verdad”, es vivir autenticidad, es vivir conexión a la Madre Tierra. Porque en el temazcal se siente. Y se ve. Y se canta con reverencia. Y se vive. Y se muere. Y también se renace desde el vientre de la Madre Tierra y como guerreros triunfantes que han superado sus miedos, y también sus dudas, y que han soportado la limpieza profunda a través de la oscuridad y el calor intenso que cada vez se incrementa con las abuelitas piedras que va introduciendo el temazcalero y que nos ayudan a renacer.
Y así te sientes en el temazcal, dentro de la Madre Tierra, conectada al todo como nunca y también a los hermanitos que morirán y renacerán contigo como guerreros, y así lo vives cada vez que entrelazas tus manos con las de ellos y sientes la energía que nos conecta a todo, y a todos.
Paco se involucra con pasión en cada temazcal. Porque es parte de su historia, y también de su legado. Porque fue a los seis meses de vida cuando su abuelita lo metió por vez primera en un temazcal, y desde entonces lo ha vivido, lo ha amado, lo ha aprendido de mano de la mejor maestra. Ella. La “mágica”, la de las grandes lecciones, la que todo le enseñó.
Paco no entiende que se comercie con la sabiduría ancestral, con las plantas medicina, con los temazcales. Le enfurece ver como le intentan copiar por dinero, y no por sanación. Le enfurece que se engañe, y que se ofrezca lo que no se sabe dar. Le horroriza que se juegue con algo tan sagrado para él y para sus ancestros, que viven en él, que él reverencia cada día.
Porque en San José hay varios temazcales, y muchos de ellos demasiados comerciales, surgidos de la “copia” y del negocio por dinero y no por sanación, y ninguno tan auténtico como el de Paco, que es “verdad”, que es “sabiduría ancestral”.
Su abuelita sanaba por “despensa”, a lo mejor un poquito de arroz, o quizá alguna fruta era suficiente pago para acudir a sus temazcales, o a sus sanaciones. Y Paco así empezó, intercambiando temazcal por un poquito de comida si se disponía, aunque luego los eternos viajeros de paso, los de mochila y sin peso en exceso que preferían pagar en metálico y no en especie, hicieron que a fecha de hoy el pago sea en pesos para acudir a uno de sus temazcales.
Paco pronto irá a Europa, le han invitado a acudir como temazcalero a alguno de los que se hacen en la otra parte del mundo en que todo se mercadea. Él irá y me confiesa que los “reñirá”, y les dirá todo lo que les tiene que decir, porque últimamente todo se comercia, hasta la sanación de la Madre Tierra, y él no entiende y jamás entenderá las cantidades desorbitadas que se piden allá, en el lugar del mundo donde últimamente todo es “dinero” y poco es “verdad”, como alguna asociación internacional que yo le menté y de cuyo nombre prefiero no acordarme, por comerciar con las medicinas de la Madre Tierra sin ningún pudor y por dinero.
La causalidad y el querer acompañar a uno de mis nuevos compañeros de “mi casa” llamada hostal, hizo que pasásemos una tarde en la preciosa y perdida casa de Paco, y que él nos mostrase más aún lo que ya deducíamos y, al menos yo, preferíamos no tener que ver:
- Que la sabiduría ancestral a veces cae en manos del poder y del dinero.
- Que el dinero “mata” las tradiciones más antiguas y hace que pierdan su auténtica esencia.
- Que la sanación y la tradición jamás debe caer en manos de los que quieren sacar demasiado rédito de ella.
- Que la autenticidad aún existe, y perdurará por siempre, pero hay que buscarla y no dejarse llevar por los carteles de neón y los disfraces de chamán.