Antecedentes. Chile ratificó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en 1994 haciéndose parte del Protocolo de Kyoto,
sumándose a los 192 países que a nivel mundial han asumido este compromiso. En este marco, en 2008, el Gobierno aprobó el Plan de Acción Nacional de Cambio Climático que tiene como meta final para
2012 desarrollar planes sectoriales y nacionales, de adaptación y mitigación.
Si bien el Ministerio del Medio Ambiente creó el Departamento de Cambio Climático en el año 2010, el cual propone adornados y pomposos ‘Ejes estratégicos y líneas de
acciónque contribuyen, fomentan, formulan y ejecutan planes en dicha materia’, la realidad es que siete años más tarde los desastres naturales más grandes de la historia chilena se presentaron todos
juntos, nadie pudo preverlos y quienes más colaboraron en los rescates fueron voluntarios locales; algunos, lamentablemente, ya no está en vida para contarlo.
Más y más informes que analizan el cambio climático han mostrado el aumento en las temperaturas mínimas de diferentes ciudades a lo largo del país, estamos viviendo
estaciones del año con temperaturas fuera de lo usual, cambios bruscos en el tiempo y el clima pareciera no tener la misma tendencia de años atrás. Pero ¿cuántos fenómenos naturales más
necesitamos vivir para hacer algo que aminore los efectos de nuestras propias acciones contaminantes?
¿Qué se sabe sobre cambio climático? Aunque tenemos un leve conocimiento de lo que es el cambio climático, sabemos que está ocurriendo y lo que tenemos claro es
que no estamos preparados para los efectos negativos en esta materia; además, el nivel información entregado por los organismos encargados son muy bajos.
Santiago, capital de Chile, es nuestra ciudad más contaminada. Cada año tenemos alertas ambientales y las medidas preventivas para no aumentar la contaminación
son, desde que tengo uso de razón, las mismas:
- Se suspenden las clases de Educación Física en los colegios
- Se implementa el Plan restricción vehicular, que básicamente consiste en que los vehículos terminados en cierto dígitos no podrán circular por la calles de Santiago
determinados días.
- Se recomienda no hacer ejercicios al aire libre
- Evitar quema de maderas y basura, etc.
La población santiaguina está acostumbrada a este plan de alerta ambiental, digamos que cada verano sabe que tendrán que usar metros y buses para ir a trabajar ciertos
días de la semana, que por lo demás, a muchos no les gusta alejarse del confort que el asiento de su automóvil les otorga y prefieren pagar la sanción correspondiente.
Santiago no es Chile. El sur del país vive inviernos muy helados siendo la calefacción un factor relevante en esos tiempos, el mayor uso es la
leña y el más económico también para localidades sobre todo en aquellas de recursos más limitados, pero lo cierto es que éste es uno de lo más contaminantes. En este sentido, este año se ha
implantado en una ciudad el reparto de dispositivos a pellet o parafina, debiendo los habitantes postular online o de manera presencial para obtener el recambio de dicho dispositivo. La información
ha sido entregada en algunos medios locales, como diarios, y a través del reparto de folletos. Eso sí, me encantaría ver a las autoridades haciendo el mismo puerta a puerta que hacen para
sus campañas entregando este tipo de información, pero ya eso es harina de otro costal.
Por otra parte, en la ciudad de Concepción, la segunda más poblada de nuestro país, concentra un gran número de industrias que generan toneladas de
gases contaminantes por año, aquellas empresas deben ajustarse a ciertas normativas ambientales que controlan la cantidad permitida de emisión de gases, pero estas regulaciones (algunas bastante
escasas y con vacíos legales), que conllevan multas por el incumplimiento de las mismas, no son suficientes para que estas industrias cambien sus métodos de trabajo.
Recientemente, el Parlamento ha firmado nuevos acuerdos al respecto; algunos van muy lentos con mencionar que los resultados se prevén para el año 2030. Claramente, el
cambio climático no es una prioridad en la Agenda Pública, y tampoco lo será mientras la ciudadanía no esté informada al respecto. Y es que la educación es la clave: si la educación
con respecto al uso de agua se introdujera en los colegios, si nos enseñaran cómo reciclar y de esa forma lo integrásemos en la realidad doméstica, si se explicaran sobre los efectos contaminantes de
la leña, del constante uso del automóvil, la población podría empezar a cambiar sus hábitos y así contribuir en la disminución de la emisión de gases contaminantes.
Sólo queda finalizar señalando que acometer el cambio climático es un gran desafío y tarea pendiente, pero que no queremos que traiga más consecuencias fatales.